Por aquel entonces, en Barcelona solo existían tres grandes empresas dedicadas al sonido: Sonostudi, Sonoserveis y Llampec. Con la adquisición del sistema Gauss, la calidad del sonido que ofrecía Doble Onda comenzó a destacar, y con ello, su reputación creció. En lugar de comprar más equipos, decidieron algo aún más ambicioso: construir los suyos propios. Tomaron medidas, compraron componentes y comenzaron a replicar lo que ya tenían. Así empezaron a forjar una identidad única basada en la innovación.
En plena expansión por tierras catalanas, decidieron unir fuerzas con Llampec, y su fundador, Cito, se convirtió en el tercer socio. Con esta nueva etapa llegó también el nuevo nombre: Triple Onda, como se la conoce hasta hoy. Esta unión trajo nuevos equipos, como los sistemas Martin, que, si bien potentes, presentaban un problema práctico: su forma impedía un transporte eficiente. ¿La solución? Crear cajas de forma trapezoidal, más fáciles de cargar y transportar, adelantándose a lo que luego sería un estándar en el sector.
Pero el verdadero punto de inflexión llegó en abril de 1981. Bruce Springsteen tenía su única fecha en España, pero todo su equipo se quedó atascado en Francia por una huelga de camioneros. Triple Onda acudió al rescate y montó un sistema de sonido impecable. Springsteen, agradecido, lo reconoció en pleno concierto. Fue el impulso definitivo: de repente, Triple Onda estaba en boca de todos.
Con el desarrollo de su serie TOP, sistemas de protección para equipos de audio con tecnología propia, la empresa consolidó su liderazgo. Durante los años 80 y 90, Triple Onda se convirtió en la número uno en España en alquiler de sonido e iluminación, trabajando con artistas como Tina Turner, David Bowie, Prince, Iron Maiden, Radiohead, y también con leyendas nacionales como Camarón de la Isla, Raphael, Julio Iglesias o Paco de Lucía.
Su sistema de promoción y ventas fue igual de innovador: cuatro trailers recorrían el país durante los veranos, de festival en festival, mostrando el potencial de sus sistemas. Muchas veces, el equipo ni siquiera regresaba al almacén: se vendía al final de la temporada. Así, llegaron a instalar más de 800 sistemas por toda España, garantizando que en un radio de 250 km siempre hubiera un Triple Onda funcionando.
La expansión fue imparable: oficinas en Madrid, Vigo y Sevilla, participación directa en Pamplona, Albacete y Valencia, y acuerdos de distribución en prácticamente toda España, desde Galicia hasta las Islas Canarias.
Hoy, Triple Onda no es solo una marca de sonido profesional: es un referente, una historia de visión, riesgo, amistad y pasión por la música. Y todo comenzó con dos amigos, un equipo Gauss... y un sueño.